Neominimalismo de una casa inglesa

La estilista inglesa Abigail Ahern nos descubre las claves para lograr un hogar personal, ecléctico y luminoso donde vivir es, simplemente, un placer.

Decora tu casa de forma neominimalista.
Decora tu casa de forma neominimalista.

Érase una vez la típica casa inglesa de tres pisos, con un coqueto jardín delantero, situada en el East London, uno de los barrios de moda de la capital inglesa... Este es solo el inicio del cuento, porque la estilista Abigail Ahern y su marido, Graham, pronto descubrieron que no todo era perfecto, aunque el final de la historia nunca dejó de ser feliz. El vecindario se componía de familias empobrecidas que, además de no mantener en condiciones sus casas de estilo victoriano, habían dividido los diferentes pisos en un montón de pequeños apartamentos para alojar a varias parejas.

Para colmo, Abigail y Graham decidieron vivir en la casa durante los trabajos de reforma: se propusieron tirar el mayor número de tabiques para lograr estancias mucho más amplias y abrir grandes ventanales con vistas al jardín. «Pensamos que si vivíamos allí, en la buhardilla, durante la reforma, ahorraríamos dinero. Pero fue una auténtica locura: tras un año de frío e incomodidades, lo único bueno que sacamos fue un cuaderno lleno de anécdotas de las que podemos reírnos ahora, cinco años después», explica la propietaria.

Un negocio muy rentable

Tuvieron suerte porque la casa, que data de 1860, era muy espaciosa, de techos altos y buenos materiales pero, debido a su emplazamiento y a las condiciones en las que estaba, la pudieron adquirir por poco dinero. Muchos artistas y profesionales liberales hicieron lo mismo, y hoy es un barrio chic y cosmopolita, lleno de hogares reformados, cuyo precio se ha puesto por las nubes.

«Lo mejor es que han empezado a abrir restaurantes modernos y tiendas alternativas justo a la vuelta de la esquina», asegura Abigail. Una de ellas es su propio Atelier (www.atelierabigailahern.com), uno de los locales más hot de Londres para comprar accesorios decorativos. «Desde modernos pufs de lana hasta muebles antiguos... Solo vendo cosas que pondría en mi hogar. De hecho, siempre estoy llevando y trayendo complementos de la tienda a mi casa, y cuando me canso de ellos, los vendo.»

Abigail, que vivió y trabajó en Michigan (EEUU), cerca de los Grandes Lagos, durante algunos años, tenía claro que quería una vivienda que le recordara la arquitectura de aquella región: «Mucho cristal, luz y espacio. Me daban tanta envidia aquellas casas magníficas, que siempre había soñado con lograr el mismo efecto cuando tuviera mi propio hogar. Además, me encanta observar el cambio de las estaciones», confiesa.

Por eso eliminó la mayor parte de los tabiques internos, con el objetivo de agrandar la estancias, y sustituyó los muros exteriores por cristaleras, tanto en la parte delantera como en la posterior de la casa. «Dejamos el mínimo número de puertas y apostamos por no poner cortinas. ¿El resultado? Apertura de espacio y de mente.»

Fusión minimalista

El piso inferior se planteó en un solo ambiente: cocina, comedor y salón abiertos al pequeño jardín. Los tres espacios comparten un mismo suelo, realizado en cemento industrial, muy de moda en los lofts norteamericanos. Aunque en la zona de estar se ha cubierto con una moqueta del mismo tono, para ganar calidez. «Me apasionan los contrastes: en el salón, por ejemplo, combiné un sofá gris, muy aséptico y funcional, de BB Italia, con un sillón de cuero que encontré en una tienda de segunda mano. Además, juego con las posibilidades de las cosas (que son muchas): por ejemplo, convertí el adorno de cristal que decora la mesa de centro en una curiosa lámpara», explica Abigail.

La propietaria ha conservado muchos jarrones de cristal procedentes de su trabajo como estilista que ahora se reparten por todos los rincones de la casa.

Sabia combinación

Otra de las características de este hogar es la mezcla de materiales y de épocas. Por ejemplo, en la cocina y en el comedor conviven la madera y el metal: Abigail creó una gran mesa de roble, que combinó con unas sillas de Hans Brattrud con patas metálicas. Y apostó por muebles de cocina en madera blanca con encimera de acero inoxidable. Las escaleras que llevan a la primera planta también son originales de 1860. Ella diseñó una actual barandilla de metal que contrastara con el parquet de los escalones. En el piso superior tienen cabida el dormitorio principal y el cuarto de baño, y en la buhardilla se sitúa el despacho de la propietaria.

«Soy una apasionada del fuego. Por eso hice construir chimeneas de obra en cada piso de la casa: en el comedor, en el dormitorio y en mi zona de trabajo. Las enciendo cada noche, tanto en invierno como en verano, y me gasto una fortuna en leña, por eso en cuanto me entero de que alguien va a talar un árbol siempre intento hacerme con la madera», dice con un humor muy inglés.

Un elemento en común

En las plantas superiores se ha mantenido el parquet original, pero pintado de blanco en algunas zonas –el dormitorio y el despacho– para potenciar la luminosidad. En ambas estancias se mezclan piezas de rabiosa actuali dad con otras obtenidas en mercadillos y tiendas de segunda mano, tan abundantes en Londres. «Algunas cosas no he tenido más remedio que quedármelas, como los pufs de lana que coloqué en el salón. Los importé de Italia y los vendía en la tienda, pero Molly, mi perrita fox-terrier, que viene conmigo cada día a trabajar, estaba encantada con ellos y se dormía encima. Me los fui llevando a casa porque se quedaban llenos de pelos y ya no los podía mostrar.» Abigail describe su casa como «orgánica, ecléctica y sorprendente». Es, básicamente, su propia definición de armonía.

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