Los mejores aquí y ahora en diseño

Refrescan la imagen y percepción de nuestro entorno con una visión original. Estos son los profesionales del momento: Los top del siglo XXI.

Logo web woman

Logo de Woman.es

/ Xabier Vázquez

Era el año 92. Martín Ruiz de Azúa llegaba a Barcelona procedente de París, donde había estudiado Bellas Artes. Martí Guixé, en cambio, hacía las maletas con destino a Berlín «después de los años ochenta la ciudad empezó a ser muy aburrida», comenta. Marc Monzó, con 15 años, estaba en el Instituto. Francesc Pons empezaba a probar suerte en algún estudio de diseño. Silvia Prada intentaba sobrevivir, recién llegada de Galicia: «Tras los Juegos Olímpicos no existía ninguna revista de tendencias ni ninguno de los soportes en los que trabajamos ahora. Todo era incipiente, todo estaba empezando.» Diego Fortunato vivía todavía en Buenos Aires y Jordi Labanda «trabajaba para Woman», porque esta fue la primera revista que le abrió las puertas y le permitió publicar asiduamente su ya entonces peculiar visión del mundo.

Han pasado quince años. Les citamos en Barcelona, ciudad en la que vive la mayoría de ellos, aunque en el siglo XXI no importa dónde instales tu portátil. La globalización permite que trabajes en cualquier lugar y para cualquier cliente del mundo. De hecho, los dos grandes ausentes, Jaime Hayón y Patricia Urquiola, hace tiempo que se instalaron fuera. Jaime vive ahora en Londres, y Patricia en Milán, aunque los dos suelen trabajar para empresas españolas.

Proyección internacional

«Para mí es muy sencillo y fácil trabajar fuera», nos dice el joyero Marc Monzó. «Más fácil que aquí», apostilla Martín Ruíz de Azúa. «En realidad, lo he hecho todo fuera –continúa Marc–. En el norte de Europa hay gente que busca complementos, compra joyería de autor, y luego se desvincula de tu trabajo. No son necesariamente coleccionistas.» «No importa tanto dónde estés sino el proyecto y la proyección que tengas», interviene Martí Guixé. Él divide su tiempo entre Barcelona –a la que considera ciudad de paso– y Berlín: «Si algo creo que es negativo de España es que sigue sin salir al exterior. Sigue estando cerrada.» Sin embargo, las ciudades se unifican y parecen perder identidad «el consumo y el neoliberalismo las está convirtiendo en lugares sin personalidad –señala Martí–. Berlín aún está fresca, pero si quiere ser una gran urbe, en diez o veinte años deberá cambiar. Lo único que quedará serán las ciudades de provincias, que son geniales». «Estamos pagando un precio –puntualiza Martín Ruiz de Azúa– perdemos unas cosas y ganamos otras. El que Barcelona sea reconocida como la capital del diseño no me molesta. Es un hecho diferenciador. Nos encontramos el diseño en la calle, por todas partes. Eso está muy bien… Lo que ocurre es que sigue sin haber políticas, ni criterios, ni estrategias específicas.» «Quizá por ser freelance –comenta Jordi Labanda– siempre he pensado que el Estado nunca me va a dar nada. La generación anterior a la nuestra, la que se encumbró en los años 80, se apuntaba a un bombardeo. En cambio nosotros, a fuerza de individualismo, hemos conseguido mucho más. El tema de lo que hagan las autoridades me da igual. Si vas a destacar en algo será porque vales.» Sin embargo, tal y como opina Martín, aunque el mejor vendedor es el propio diseñador, «desde el punto de vista industrial está bien que el Estado se esfuerce por salir y comunicar. Las empresas son el punto débil y necesitan proyección.»

El factor moda

«Si haces algo que está bien, sale –sigue Jordi–. A nivel global, nunca en la historia ha habido tanto deseo de talento. Hoy, si tienes talento, aunque te escondas debajo de una piedra, vendrá un tío y te pescará porque ha visto una mierdecita tuya en internet. Lo que hay que hacer son cosas que valgan la pena y se distingan.»

Por su parte, Francesc Pons considera que «lo que más ha influido en la evolución del diseño en estos años es la entrada en España de empresas como Ikea, porque han conseguido que otras empresas se pongan las pilas y mejoren el producto.» Así, predominan los extremos y la clásica división entre lo exclusivo y lo popular. «Creo que estamos viviendo un buen momento en las artes creativas porque la moda lo impregna todo y eso nos hace ir a todos muy rápido –comenta Jordi–. Ahora vas a la feria del mueble de Milán y te encuentras con una feria de moda. Eso quiere decir que se está adaptando el lenguaje de la moda a todos los campos. Por eso entre los profesionales se habla de colecciones de muebles bianuales.»

«Es una pena –afirma Francesc–, porque se están dejando de fabricar clásicos. De Memphis quedó algo, pero ahora, ¿qué?». «Bueno, igual todavía nos falta perspectiva para juzgar eso», apunta Jordi. «Pues en Flos, por ejemplo –continúa Francesc–, las novedades nacen y mueren. No se está reeditando nada de los últimos años». « Es cierto, todo va demasiado rápido», admite Marc.

Huir de lo banal

«La joyería siempre va unos pasos por detrás del mueble o la moda y reacciona un pelín tarde, pero el consumo es voraz y en seguida exigen cosas nuevas y fantásticas. Eso es una locura para el creador. Las firmas apuestan por el valor de las piezas: metales preciosos, cosas cañeras hechas con mucha pasta… Pero hay otros lenguajes, menos ortodoxos. Es a esos diseñadores a los que les está costando más.» «Si eres bueno –interviene de nuevo Jordi–, no desapareces. Por otro lado, hoy se vende todo y hay mercado para todo.» «También es una época en la que hay poca calidad –afirma Martín–, eso es lo peor. Se echa de menos un buen producto básico. Ahora es todo demasiado banal.» «Por eso el diseño se asemeja cada vez más a la moda: una temporada y fuera», incide Francesc. «Visité la expo de Balenciaga en el Musée des Arts Décoratives de París –concluye Jordi–, mezclaban los diseños del maestro con los que hace ahora Nicolas Ghesquière para la firma. Eran piezas que había visto hacía cuatro días en las tiendas, y hasta que no las vi expuestas, no fui consciente de lo sublimes que eran. Dado el bombardeo al que nos sometemos pensé en la cantidad de cosas que nos estarán pasando por delante sin darnos cuenta.»

Síguele la pista

  • Lo último