Espíritu neoyorquino

Respetando su pasado como fábrica, este loft es un oasis de paz para su propietario. Él ha recurrido a sus tres pasiones: literatura, jazz yculto al vino para decorarlo.

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El espectacular entramado de vigas y las paredes de ladrillo visto delatan los orígenes de este loft barcelonés, que se remontan a 1942, cuando el edificio era una fábrica de bolsas de plástico. En 2006, el espacio fue adquirido por Benito Escat y Albert Rovira para Invest Pedralbes, promotora dedicada a la restauración de lofts urbanos. Dos años más tarde, Mario Robles, su actual propietario, no se resistió a sus encantos: «Por trabajo, paso largas temporadas en Madrid, una ciudad muy estresante, así que cuando me planteé buscar piso en Barcelona tenía claro que quería un espacio diferente, donde trabajar y relajarme.» Aún destartalado, ya se imaginó cómo quedaría su piso, de 140 m2, tras la exhaustiva reforma, «me lo imaginé al estilo de los auténticos lofts neoyorquinos del SoHo». El trabajo de restauración fue un tándem entre la constructora y Mario. Juntos definieron los espacios básicos y la necesidad de inundarlo de luz (de ahí que se construyera un patio interior), mientras que para la decoración recibió el asesoramiento del equipo de interioristas de Azul Tierra. «Me indicaron, por ejemplo, cómo seleccionar las piezas para que unas no se comieran el protagonismo de las otras.»

Las intervenciones de Mario también fueron decisivas: tenía claro que quería un espacio libre de paredes, y que en la planta superior primarían los tonos blancos. En el salón, la gran librería simboliza su pasión por la literatura. Otro de sus hobbies, el jazz («soy aficionado desde que hice un viaje de negocios a Chicago»), toma forma en cuadros y otros detalles. Por último, en la cocina, su amor por los vinos hizo que se incluyera una vinoteca y que una de las paredes se tapizara con cajas de vino. Un toque original para un loft único.

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