Toda una dama: Mercedes Salisachs

A sus 92 años acaba de publicar ‘Entre la sombra y la luz’. Su nieta Alejandra la ha entrevistado en exclusiva para WOMAN.

La escritora enuna boda, enParís

Estoy absolutamente encantada de que Mercedes Salisachs sea mi abuela, sobre todo por su gran capacidad para comprender y prestar su apoyo. Los años no solo no han deteriorado su intelecto, sino que han conseguido aprovechar la experiencia para potenciarlo. Las generaciones que nos separan no han logrado nunca ensombrecer la gran sintonía que nos une. He pasado a su lado muchos ratos que guardo ya entre mis recuerdos más entrañables. Afloran en mi memoria los conocimientos que a lo largo de estos años tan juiciosamente ha sabido trasmitirme y que, sin duda, han mar- cado mi camino en la vida, y mi andadura en el mundo de las letras. Como mujer, ella ha sido siempre un pilar firme y comprometido con las necesidades de nuestra sociedad; como escritora, ha logrado infundir un gran realismo a los personajes de sus novelas, reflejando en cada una de sus obras hechos y sucesos que nos invitan a reflexionar acerca de nuestra existencia y de la enorme complejidad de los seres humanos.

Abuela, ¿por qué empezaste a escribir?

Era un forma de explicarme a mí misma todo cuanto condicionaba mis reacciones vitales. Precisaba comprenderlas. Esa fue mi motivación.

Soy testigo de la correspondencia casi diaria de tus lectores, con su agradecimiento por el enriquecimiento o alivio que han sentido tras la lectura de alguna de tus novelas. Para un autor, ¿no es ese el mejor de los premios?

Son más que un premio. Son evidencias inesperadas que nos ayudan a sentirnos realizados. Los premios satisfacen pero, a veces, pueden convertirse en nuestros peores enemigos. Especialmente, cuando se reciben tras escribir una primera novela. Triunfar en los inicios es peligroso: puede mermar el esfuerzo preciso para seguir escribiendo.

Tus narraciones encierran siempre un mensaje muy claro. ¿Es eso lo que motiva el hilo conductor de tu relato?

Escribir para entretener no es lo mío. Mi propósito es hacerlo para que el lector reflexione. Pero también procuro que mis obras, al leerlas, no se caigan de las manos.

Durante la guerra civil tú solo tenías veinte años, pero ya estabas casada, tenías un hijo y esperabas otro. ¿Eras consciente de que tus vivencias iban a convertirse un día en el telón de fondo de alguna de tus novelas más conocidas?

En cierto modo, creo que sí. Prueba de ello es la amplia colección de periódicos que fui almacenando durante la guerra para tener testimonios fidedignos de lo que yo viví en aquella época.

¿Quién han influido más notablemente en tu trayectoria literaria?

La persona que más me influyó, hace tiempo que murió. Aunque de otra manera, continúa influyéndome.

¿Y en tu vida?

Mi hijo Miguel, también fallecido.

De no ser escritora, ¿qué te hubiese gustado ser?

Compositora musical. Al componer se puede ‘decir’ mucho sin que los oyentes imaginen la verdad del que compone. Escribir, en cambio, muy a menudo delata al escritor.

¿Qué te impulsa a dar vida a tus personajes? ¿Los conoces tan bien que se convierten en seres allegados a ti?

Me impulsa a describirlos la historia que imagino. Son seres muy queridos por mí. Casi todos tienen algo de muchas personas que conozco o conocí. Pero nadie es ‘alguien’ en concreto.

¿Tu estado de ánimo influye a la hora de sentarte frente a tu máquina de escribir?

No. Procuro ser neutral y olvidarme de mí misma y de todo lo que me rodea.

¿Para ti escribir es una necesidad, un desahogo o un medio para expresar lo que llevas dentro y no te atreves a decir?

Creo que lo hago por todo lo que entraña esa pregunta. Pero siempre apoyado por mi vocación.

¿Has llorado alguna vez escribiendo o leyendo alguno de los pasajes de tus novelas?

Escribiendo he llorado varias veces.

¿Qué importancia tiene el amor en tus novelas?

Me resulta casi imposible creer que no te hayas enamorado nunca de alguno de tus personajes. De mis personajes, no. De las personas que forjaron algunos de mis personajes, tal vez sí.

Sé que no escribes autobiográficamente, sin embargo, en tus novelas aparecen sucesos que sí hemos vivido algunos de tus familiares y amigos. ¿Te resulta más provechoso apoyarte en relatar lo que te cuentan o prefieres dar rienda suelta a tu imaginación?

Curiosamente, algunos sucesos que describo, ocurrieron después de haberlos escrito. Me pasa que, a veces, incluso temo expresar ciertas situaciones por miedo a que luego se transformen en hechos reales...

Creo que has sido siempre una mujer precursora. Tu novela ‘La gangrena’ fue galardonada en el año 1975 con el Premio Planeta. La historia narra la trayectoria de un hombre cuya ambición desmesurada llega a destruirle interiormente. ¿Cómo surgió la idea inicial para esa novela?

La idea primera consistió en describir a un personaje que vive angustiado por una culpa callada. Luego vino todo lo demás.

La soledad es un elemento imprescindible para el escritor, pero puede acabar arrollándonos tras finalizar un libro, ¿cómo suples tú ese abismo interior?

Como puedo. No es fácil. Pero todo antes que verme dominada por la depresión. Hoy en día la soledad es mi mejor amiga.

Y por último, si tuvieses la oportunidad de vivir por un día en la piel de alguno de tus personajes ¿a quién de entre todos elegirías, y por qué?

Sin duda alguna elegiría a Lucía; el personaje principal de mi novela ‘La voz del árbol’. Me hubiera gustado ser como ella. Desgraciadamente, fui muy distinta. Pero de Lucía aprendí lo poco bueno que conservo... Aunque el relato es pura ficción, no así los relieves principales de su carácter. Me inspiré en alguien de carne y hueso, en una mujer muy sencilla e ignorada, pero excepcional. En la vida real se llamaba Carmen. Murió joven pero fue muy feliz.

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