Alison Mosshart, rockera y ‘outsider’ de las que ya no quedan

Malos tiempos para el underground: The Kills regresan a España para presentar su último disco, ‘God Games’.

Alison Mosshart en en festival de Coachella
Alison Mosshart en en festival de Coachella / Getty Images

Hoy, ir a un concierto es un artículo de lujo, una situación que se ha recrudecido tras la pandemia. Habiendo ya pasado casi un lustro de aquello, resulta anticuado comenzar así un texto, pero no tanto si quien recuerda aquella situación es la cantante y guitarrista Alison Mosshart (Florida, 1978), mitad de The Kills que estarán este jueves en Kalorama Madrid presentando su último trabajo, God Games (Domino Records, 2023).

Al otro lado de la pantalla y en un descanso entre ensayos, la artista recuerda aquel parón porque llegó en mitad de la creación del disco. “Los medios hablan de pausa, es algo que no lo entiendo. Después de tres años de tour, con una agenda de unos 150 conciertos, llegó el COVID y nos tuvimos que quedar en casa, como todo el mundo. No fue un descanso elegido”, comenta molesta, poniendo en evidencia que nunca ha sido complaciente. Tiene toda la razón: un cambio de paradigma en la industria cultural, en general, y de la musical, en particular, exige que sus artífices estén en constante movimiento, ya sea con giras o singles. Los discos, en muchos casos, se han convertido en el resultado de la unión de todas esas canciones que hacen que un artista siga estando de actualidad. No en el caso del grupo que lidera junto a Jamie Hince (Andover, 1968) quien, además de por formar parte de The Kills, en los últimos años también ha recibido atención mediática por ser el exmarido de Kate Moss.

La también cantante de The Dead Weather es, en realidad, una excepción del panorama musical actual. Tras casi tres décadas haciendo música, hoy sigue siendo una outsider incluso del mal llamado indie, que con el tiempo parece haber perdido su esencia en favor de lo convencional. Lo mejor es que Alison Mosshart es una rara avis por decisión propia, una música que las décadas que lleva trabajando al filo de lo comercial hoy le permiten estar donde quiere, aunque sea en los ya desvirtuados festivales. Los precios altos, las fechas anunciadas con un año de diferencia y las condiciones de dudoso gusto explican por qué a la gente ya le han empezado a cansar. Del lado de los músicos también preocupan los horarios milimétricos o el temor a que sus conciertos coincidan con otros que puedan generar mayor interés.

A The Kills todo eso les da igual, porque encuentran muchas cosas buenas en tocar en ellos. “Nos gusta, se da un sentido de comunidad, de energía que viene y va, de compartir. No tiene nada que ver con escuchar un disco en casa, eso es solitario y aburrido. En directo, las canciones crecen y cambian, en ellas se refleja el público y eso es algo importante para los artistas y es una sensación que cada vez es diferente”, admite, insistiendo en que “siempre es emocionante no saber qué puede pasar, porque un millón de cosas pueden ir más, pero otro millón pueden ir genial”.

Mosshart, no obstante, es consciente de que formar parte del cartel de un festival no siempre es algo que se pueda elegir: hay bandas que encuentran muchas complicaciones para tocar en una sala y la única solución que queda es hacerlo en un macroevento, donde “lo mejor es que se pueden conocer nuevos grupos”. “Tan caro es ir a conciertos como hacerlos, al menos para nosotros, así que nos queda mucho tiempo para llegar a lugares que tenemos pendientes. Definitivamente la pandemia arruinó la industria”, matiza.

Al margen del ‘mainstream’

En cualquier caso, la frontwoman de The Kills se queda con que, a pesar de las adversidades, sigue teniendo “total libertad creativa” con su sello, Domino Records. “Es independiente y nos permiten ser quienes queremos ser, eso es increíblemente importante. Si sabes lo que quieres hacer, no quieres que nadie te diga que no lo hagas”, señala quien también firma Car Ma.

La estadounidense publicó este libro hace más de cuatro años para explorar todo aquello complementario a la música, como la pintura, la fotografía o la poesía. En sus páginas, a modo de diario, vertió su amor por los coches y el rock’n’roll, que complementó con un álbum donde la palabra, las reflexiones y el arte sónico son los protagonistas. “No es un disco mainstream, no tiene ni una sola canción. Había muchos de este tipo cuando yo era joven. Fueron parte de mi vida y ya se han ido. Estas cosas desaparecen cuando nadie está interesado”, comenta, a la vez que admite que no le importa “si es popular o no”, porque sabe que “alguien lo disfrutará”.

Trabajar al margen de lo convencional es algo que maneja muy bien, con lo que ha convivido toda su carrera y, en realidad, con lo que espera seguir creciendo como música. No obstante, admite que le gustaría “seguir escribiendo libros” y es consciente de que “hacerlos, imprimirlos en papel y promocionarlos cuesta mucho dinero”. “Es un momento muy difícil para ser una artista”, concluye. Escasean mujeres como Mosshart, una rockera a contracorriente con inquietudes y problemas terrenales. Es el precio que hay que pagar por estar al margen de lo corriente.

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