#8M María Rodriguez, experta en cirugía robótica: “Hay que poner los medios para que las mujeres tengamos igualdad de oportunidades”
Experta en operar con el robot da Vinci, la doctora Rodríguez es la única europea con la prestigiosa acreditación de la American Association for Thoracic Surgery en cirugía robótica. Una médica con pulso de acero que se ha hecho nombre en un sector aún muy masculinizado y que reconoce que toda su carrera ha sido un reto.
Con la serie ‘The good doctor’, muchos andamos enganchados a las vicisitudes de los cirujanos televisivos. Sin embargo, María Rodríguez, prestigiosa cirujana experta en cirugía robótica reconoce ver “poco la televisión, por no decir nada”, por eso no puede “entrar en muchos detalles pero, desde luego, de lo que recuerdo de series como ‘Urgencias’ o ‘Anatomía de Grey’. La realidad tiene poco que ver con la ficción”.
A sus 34 años, la doctora María Rodríguez es Cirujana Torácica de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid. Pero no es solo eso. La doctora Rodríguez es una cirujana joven que se ha convertido en un referente en su sector al ser la única europea con la acreditación de la American Association for Thoracic Surgery (AATS) en cirugía robótica, una credencial que reconoce llevar con mucho orgullo porque sabe el sacrificio que hay detrás.
“Mi marido, que vivió la formación conmigo, suele recordarme, cada vez que vemos el título, que fueron ‘sangre, sudor y lágrimas’. Muchas horas de formación, primero en la sombra, en el simulador, y luego en quirófano, tutorizada, y cuando ya tenía experiencia, por mi cuenta˝, explica y recuerda el día en que decidió presentarse para lograr esa difícil acreditación. “Siempre he sido muy cabezota, y, cuando decido algo, es difícil hacerme cambiar de opinión. No las tenía todas conmigo por eso de que era una acreditación dirigida fundamentalmente a cirujanos americanos, pero tuve la suerte de dar con las personas correctas, que me apoyaron a lo largo de todo el proceso˝, cuenta.
Hoy, la doctora Rodríguez es una de las expertas más habilidosas en el sistema quirúrgico da Vinci, un robot creado en Silicon Valley, en 1999, que opera a pacientes a través de las manos de un cirujano situado en una consola. Entre otras cosas, ofrece la posibilidad a quien opera de tener una visión hasta 10 veces aumentada del campo operatorio, con resolución detallada y visión en 3D. Se trata del sistema quirúrgico más vanguardista y menos invasivo que hay y, este año, el robot da Vinci cumple 15 años desde su llegada a España. Hablamos con ella de lo que ha supuesto esta revolucionaria tecnología para la medicina y para los pacientes. También, de cómo la doctora Rodríguez se ha hecho un prestigioso hueco en la cirugía, quizá el sector más masculinizado de la Medicina.
Hasta la fecha, de los 69 socios de honor de la Asociación Española de Cirujanos (AEC) no hay ni una sola mujer. Aunque se trata de algo que está cambiando: Según datos de la AEC, entre los cirujanos junior ya mayoría, más del 60%, ya son mujeres. Aunque reconoce que en su carrera “ nunca me he sentido discriminada o he sentido que se me negara una oportunidad por el hecho de ser mujer”, la cirujana sí indica que “la cirugía tradicionalmente ha sido una especialidad de hombres y que, probablemente, la estructura de las sociedades refleje este bagaje, pero mujeres como yo, espero que estemos aquí para cambiarlo”. Por eso, señala que “hay que poner los medios para que las mujeres tengamos igualdad de oportunidades en el presente”.
¿Cuándo y por qué decidiste estudiar Medicina? ¿Y cuándo viste claro que lo tuyo era la cirugía?
La verdad es que desde siempre quise estudiar Medicina, pero lo que no tenía tan claro era lo de la cirugía. Es más, cuando empecé la carrera, mi idea era ser psiquiatra, pero en tercero me tocó por casualidad hacer prácticas en Cirugía Torácica en el Hospital Clínico San Carlos y me encantó. Luego empecé a informarme sobre las posibilidades de la Cirugía Torácica, y aunque era una de las especialidades con más paro en España, también era una de las que ofrecía más posibilidades de mejora, en cuanto a técnicas, cuidado de los pacientes, etc. Se puede decir que, desde tercero de Medicina, tenía claro que quería ser cirujana torácica y empecé a formarme para ello. Cada año, durante la universidad y hasta que empecé la residencia, dedicaba mis vacaciones para irme a alguno de los centros punteros en Cirugía Torácica.
Eres la única cirujana europea que cuenta con la acreditación de la American Association for Thoracic Surgery (AATS) en cirugía robótica. ¿Qué supone eso?
Supone un orgullo, una recompensa a mucho trabajo, de muchas personas, detrás, y también mucha responsabilidad con cada paciente que confía en mí. Mi marido, que vivió la formación conmigo, suele recordarme, cada vez que vemos el título, que fueron ‘sangre, sudor y lágrimas’. Fueron muchas horas de formación, primero en la sombra, en el simulador, y luego en quirófano, tutorizada, y cuando ya tenía experiencia, por mi cuenta. Recuerdo el día que decidí que iba a presentarme. Siempre he sido muy cabezota, y, cuando decido algo, es difícil hacerme cambiar de opinión. No las tenía todas conmigo por eso de que era una acreditación dirigida fundamentalmente a cirujanos americanos, pero tuve la suerte de dar con las personas correctas, que me apoyaron a lo largo de todo el proceso.
Con el 8M a la vuelta de la esquina, quería comentar contigo la situación en la cirugía en España en cuanto a género. Entre los 69 socios de honor de la Asociación Española de Cirujanos (AEC) no hay ni una sola mujer y, pese a que la sanidad está feminizada, la cirugía permanece como un sector masculinizado. ¿Por qué crees que es así?
La Cirugía Torácica también está muy sensibilizada con el papel del las mujeres dentro de la especialidad. Es verdad que la cirugía tradicionalmente ha sido una especialidad de hombres y que, probablemente, la estructura de las sociedades refleje este bagaje, pero mujeres como yo, espero que estemos aquí para cambiarlo. Desde luego, parece que está cambiando.
Según datos de la AEC, mientras entre los cirujanos senior hay mayoría masculina (ellos suponen casi el 60%), en los junior la cifra se da la vuelta (algo más del 60% de mujeres) y, desde 2017, ya hay más colegiadas que colegiados, con Madrid, Navarra y el País Vasco a la cabeza. ¿Qué puede suponer este cambio?
Este cambio supone el reflejo de la realidad que vivimos hoy en día, cuando la mayoría de los estudiantes de Medicina son mujeres. Siempre cuento una anécdota de mi paso por Boston. Allí, en uno de los anfiteatros donde se realizaban las conferencias más importantes, había un retrato de cada uno de los jefes de departamento que habían trabajado en el hospital. Eran personas con cuyos libros habíamos estudiado (¡dos premios Nobel incluso!). Cada vez que me sentaba en ese anfiteatro, aunque no había ninguna mujer en las paredes, era un orgullo estar rodeada de todos ellos. Y la mayoría de las personas que estábamos sentadas allí éramos mujeres. Sin embargo, justo cuando yo me volvía a España, el hospital decidió retirar esos retratos porque no mostraban una adecuada imagen de diversidad. La falta de representación femenina en Medicina y, especialmente en cirugía, es un hecho, pero por desgracia no podemos cambiar el pasado, simplemente trabajar en el presente para mejorarlo. Retirar los cuadros, o avergonzarse del pasado no es la solución, lo que hay que hacer es poner los medios para que las mujeres tengamos igualdad de oportunidades en el presente.
En 2021 se cumplen 15 años de la llegada del robot da Vinci a España. ¿Qué supuso para la medicina en nuestro país?
Supuso un gran avance tecnológico. Casualmente, viví la llegada del primer robot al Hospital Clínico San Carlos cuando era estudiante, en el año 2006. Me acuerdo de los recelos y de las dudas que generaba. Incluso recuerdo que ya más adelante, cuando era residente y pasé un verano en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center en Nueva York, uno de los cirujanos realizaba muchas intervenciones robóticas y me parecían ciencia ficción. En Medicina, especialmente en cirugía, los cambios no son fáciles, y conllevan el mismo proceso: primero recelo, luego aceptación gradual por algunos, y, una vez que ya está demostrada con creces la evidencia, aceptación generalizada. Yo no creía demasiado en los beneficios de la cirugía robótica, pensaba que tenía poco que aportar a los cirujanos y a los pacientes, pero una vez que me senté en un robot y vi las posibilidades que nos ofrecía a ambos, supe que la cirugía robótica había llegado para quedarse.
¿Y qué ha supuesto para los pacientes?
Cuando ves a pacientes, que antes podían estar entre 5 y 7 días ingresados, irse ahora a su casa al día siguiente, sin apenas dolor y volver al trabajo a los 3 o 4 días de la cirugía, te das cuenta de que al final los grandes beneficiados son ellos. Cuánto de esta mejora es solo por la cirugía robótica y cuánto por la mejor selección de pacientes, o por las mejoras en los cuidados postoperatorios, es difícil de cuantificar, pero desde luego, los avances han sido considerables.
¿Es tan alucinante como parece este robot y la tecnología robótica aplicada a la cirugía?
Es muy cómodo para los cirujanos, muy fácil de colocar en quirófano, y, una vez que el equipo está familiarizado con él sistema robótico da Vinci, es muy seguro. La visión que nos ofrece de todo el interior del tórax es espectacular y nos ofrece una libertad de movimientos y una precisión que hace un tiempo eran difíciles de imaginar. Cuando me preguntan por el sistema robótico da Vinci, siempre suelo decir que el robot es tan bueno como el cirujano que lo maneja, porque no podemos olvidar que el robot es un instrumento más, uno que ha abierto un nuevo horizonte de posibilidades, pero que al final ni toma decisiones ni realiza solo la cirugía. Un cirujano mediocre puede tener a su disposición todos los recursos del mundo y seguir realizando una mala cirugía, mientras que un buen cirujano, con unos buenos recursos puede tener resultados excepcionales.
¿Qué es lo más difícil o espectacular que han podido hacer gracias a esta tecnología?
En Medicina, al final se puede hacer de todo, más o menos espectacular, pero lo que de verdad importa es aquello que ayuda al paciente, lo que repercute en él. Uno puede reparar una válvula cardiaca, cortar parte de un bronquio y volverlo a unir, o trasplantar un riñon utilizando el robot, pero personalmente, uno de los momentos en quirófano con los que más disfruto es ver a todo el equipo, anestesistas, enfermería, auxiliares y celadores, coordinados alrededor del paciente y del robot, preocupándose de no dejar un solo detalle al azar y de que, independientemente de los imprevistos que puedan surgir durante la cirugía, el paciente esté en todo momento seguro, y el equipo listo para hacer frente a cualquier complicación.
¿Cuál ha sido el mayor reto que has vivido a lo largo de tu carrera?
Podría decir que toda mi carrera ha sido un reto… He escuchado muchas veces que estaba loca por elegir Medicina primero, luego por elegir Cirugía Torácica (¡Cuánta gente me habrá dicho que iba a terminar en el paro y que escogiera otra especialidad!). Los momentos importantes que han marcado mi carrera han sido el haber elegido el Hospital Universitario de Salamanca para completar la residencia, el haber tenido la oportunidad de completar mi formación en Brigham and Women´s Hospital, uno de los hospitales de Harvard en Boston, y por supuesto, la gran responsabilidad de poner en marcha el Programa de Cirugía Robótica Torácica de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid. La llegada a Salamanca no fue fácil, fue una decisión puramente profesional, quería irme al hospital en el que mejor me pudiera formar, aunque ello supusiera otros sacrificios en el plano personal. Si no hubiera sido por el tiempo en Salamanca y por la formación que recibí, creo que no habría aprovechado mi estancia en Boston como lo hice. Llegar al Brigham fue un sueño cumplido, muy duro, con unos requerimientos y una carga asistencial muy altos, pero con grandes recompensas. Y el tener la oportunidad de que la Clínica Universidad de Navarra confiara en mí para poner en marcha el Departamento de Cirugía Torácica en Madrid y el Programa de Cirugía Robótica Torácica es el gran reto en el que me encuentro ahora mismo. Los comienzos nunca son fáciles, aunque el hecho de estar respaldado por una institución con la trayectoria y el prestigio de la Clínica Universidad de Navarra y el grado de implicación en el proyecto y compromiso con el paciente de todos los profesionales con los que trabajo, suponen una motivación y una responsabilidad inigualables. Llevamos solo dos años y medio de trayectoria desde que me incorporé en 2018, pero el análisis de los resultados y el grado de satisfacción de los pacientes es buenísimo. Además, en pocos sitios he tenido la oportunidad de trabajar con un equipo multidisciplinar como con el que contamos aquí.
Mirando al futuro, ¿qué cambios nos puede traer la tecnología y la robótica aplicadas a la cirugía y cuál sería tu sueño a conseguir en la cirugía?
Creo que ya hemos llegado a la era de la medicina personalizada y la inteligencia artificial. Cada vez tenemos más datos de cada paciente que tenemos que aprender a integrar y a analizar para ofrecer a cada persona el mejor tratamiento, ajustado a su enfermedad. Y desde luego, ¡tenemos que implementar la detección precoz del cáncer de pulmón! En la Clínica tenemos uno de los programas pioneros en España, pero es necesario el compromiso político y social para implementar programas de cribado que han demostrado que disminuyen la mortalidad del cáncer de pulmón (el más frecuente), más que cualquier tratamiento.
¿Cómo de importante te parece la relación entre cirujana y paciente?
Al final, para lo que me he formado, y a lo que me dedico cada día, es a cuidar del paciente. De la persona que se sienta en tu consulta porque tiene un problema que quiere que le ayudes a resolver. Y si no se lo puedes resolver, como por desgracia pasa algunas veces, siempre puedes acompañarle a lo largo de todo el proceso. Sin relación cirujano-paciente, y sin humanidad, no hay nada que la mejor técnica quirúrgica pueda hacer.
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