El talento no entiende de curvas

El éxito ya no viene envuelto en un único cuerpo estándar. A fuerza de un talento descomunal, mujeres con formas diversas revolucionan el showbussiness. Son irresistibles.

El talento no entiende de curvas: Adele
El talento no entiende de curvas: Adele

Han bastado unos pocos metros más de tela en las colecciones para que la humanidad, sobre todo su facción femenina, diera un gran salto hacia su felicidad. Desde que las firmas de moda decidieron ensanchar su mercado con ropa para (casi) todos los cuerpos, el número de mujeres rotundamente bellas, talentosas y finalmente exitosas que nos muestran series, películas y revistas no ha parado de crecer. Se multiplican, como si el hada madrina del fashionismo global las hubiera tocado con su mágica varita. El paso era, de alguna manera, inevitable: las quejas susurradas por la falta de tallas para mujeres reales se convirtieron, en los últimos años, en puro grito, de tal forma que era ya imposible dejar de escuchar unas acusaciones que tenían un solo destinatario: la moda. Solucionar este desencuentro en la calle y aparecer modelos de mujer distintos en el cine y la tele fue todo uno. Hoy ya no es tan cierto como ayer que nuestro cuerpo determina lo lejos que podemos llegar. Aunque aún tengan que demostrar un talento excepcional, las curvys no tendrán que resignarse nunca más al papel de las chicas del coro. Ahora son protagonistas. Y vaya protagonistas.

Probablemente, sean las cantantes las que más han dislocado el estereotipo de la mujer gorda: Adele y Beth Ditto se contonean y hablan de amor y sexo como auténticas vamps. 

EL ENEMIGO VIVE EN HOLLYWOOD

En el cine, las actrices rellenitas estar aún condenadas a papeles secundarios en los que el peso es el factor que define el personaje. El sexismo en Hollywood es tal, que hasta considera a Jennifer Lawrence una mujer con curvas, cuando apenas pasa de la talla 38. La intérprete con kilos no es presentada normalmente ni como protagonista ni como deseable, sino como la amiga acomplejada, la graciosa de turno o la mala. Este encasillamiento tiene los días contados. O las mujeres reales nos pondremos, de nuevo, a vociferar.

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