Natural-mente creativa: Aitana tiene ideas

Guapísima, serena y comprometida, Aitana reivindica su faceta de mujer desprovista del "disfraz" de estrella.

Aitana Sánchez Gijón
Aitana Sánchez Gijón

Posee una belleza elegante y tranquila, sin artificios, de esas que gustan tanto a hombres como a mujeres. Acaba de cumplir 41 años y lleva 25 trabajando como actriz. «Da vértigo mirar atrás y ver todo lo que he hecho... También me ha dado tiempo a vivir la vida, porque yo la vivo intensamente», dice Aitana, recostada en un sofá, mientras toma un té. Está relajada: ha dejado a sus hijos en el colegio y volverá a recogerlos. Hoy es día de descanso en la función ‘Un dios salvaje’, de Jazmina Reza, que interpreta con su amiga Maribel Verdú desde hace más de un año. Están disfrutando tanto que se resisten a bajar definitivamente el telón. Además, protagoniza la nueva campaña ‘Momentos Mágicos, Momentos Rochas’, de Eau de Rochas, la fragancia más vendida en España desde hace décadas. La primera que utilizó de adolescente. Hablando de momentos... Elige uno: «Cuando Pedro Masó –el director que le dijo: ‘Eres como Ingrid Bergman’– me escogió para la serie ‘Segunda Enseñanza’. Me abrió las puertas de esta profesión.» A partir de ahí, llegaron éxitos cinematográficos como ‘Bajarse al Moro’, de Colomo, ‘El pájaro de la felicidad”, con Pilar Miró o ‘La camarera del Titanic”, de Bigas Luna; televisivos –‘La Regenta’ y ‘El Quijote’– y teatrales –‘Las criadas’, ‘La gata sobre el tejado de zinc’ o ‘Las mil noches y una noche’, junto a Vargas Llosa, con el que ha compartido escenario en tres ocasiones. Disfrutó también su ‘momento’ en Hollywood cuando protagonizó ‘Un paseo por las nubes’ (1995) junto a Keanu Reeves; eso sí, consciente de que aquello no era para ella: «Lo viví como un cuento pero no me lo creí en ningún momento. No iba a instalarme allí, aquello no tiene nada que ver conmigo.» De vuelta a España se convirtió en la primera presidenta de la Academia de Cine con 30 años... En el aspecto personal vive con el pintor Papin Lucadamo desde hace once años y tienen dos niños, Teo y Bruna, de ocho y cinco años.

¿En qué momento vital te encuentras?

Muy pleno. He logrado muchas cosas y valoro mi esfuerzo. Soy muy exigente conmigo misma, nunca estoy satisfecha al cien por cien, aunque también es bueno reconocerse el mérito, y creo que he puesto mucho de mi parte para que las cosas salgan bien.

Gracias a ello te has labrado una carrera estable, sólida , sin altibajos... no un éxito pasajero.

Desde muy jovencita he tenido la cabeza sobre los hombros, sin deslumbrarme demasiado por todo lo que supone ser actriz: esa es la clave. Esto es una carrera de fondo, y los que llevamos mucho sabemos que esto sube y baja, todo pasa... Lo importante es mantenerse y seguir en el tajo.

¿Te sientes respetada, también, en el plano personal?

Sí, soy rigurosa con eso. He puesto unos límites muy rígidos para que la imagen que se tenga de mí se corresponda con lo que soy. Y creo que hay una coherencia entre el personaje público y el privado. Este no se vende, no se expone y, por supuesto, no se entra en mi privacidad. No formo parte de ese circo que detesto y, en general, soy respetada.

¿Cómo llevas el peso de la fama?

Voy en metro todos los días al teatro y la gente ni me mira. Con eso lo digo todo.

¿Y no te preocupa? Al fin y al cabo, para una actriz también es importante que la reconozcan.

¡Todo lo contrario! Hay personajes que no pueden ir en metro porque se los comerían crudos y a mí, a veces, me reconocen. La gente me trata de una manera normal porque soy normal y eso es lo que siempre he proyectado: llevo a mis niños al cole, cocino cuando hay que cocinar –intento no hacerlo a menudo porque no me gusta–, tengo mi círculo de amigos, aficiones normales... El ‘disfraz’ de actriz me lo pongo solo en la alfombra roja.

Has dicho «soy una actriz de batalla, no me siento una estrella». Bueno...

Es que no se trata de ser siempre la más, aparecer estupenda cada vez o participar en proyectos estratégicos que interesan a tu carrera. Yo no soy así. Quiero intervenir en cosas que me muevan internamente. Ultimamente, noto que inspiro demasiado respeto y eso me preocupa.

¿En qué sentido?

Como si hubiera alcanzado una posición en la que no te puedes arremangar, revolcar, tirarte al suelo... es todo lo contrario. Me gusta ser una más y disfrutar de todo lo que me ofrece esta profesión. El teatro se presta más que el cine a esto.

Quizá porque es en lo que estás volcada ahora pero te noto enganchada al teatro. ¿Lo disfrutas más que el cine?

El teatro proporciona un plus de adrenalina, de peligro... ¡Es como un amante! El cine sería la pareja estable: permite estar más tranquila, más relajada. Antes sufría mucho subiéndome a un escenario, pero esta función me ha curado.

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