Cómo me visto, por Carla Bruni

“Ser modelo me hizo darme cuenta de que el estilo no se puede comprar. Es algo personal y privado”.

Cómo me visto, por Carla Bruni
Cómo me visto, por Carla Bruni

Mi sueño es tener una hija para poder vestirla. Cuando yo era pequeña, recuerdo a mi madre entrando en mi habitación para darme las buenas noches, justo antes de salir a ver una ópera. Entonces llevaba unos vestidos maravillosos, y esos fueron los momentos que me hicieron amar la moda, los momentos en los que mi madre parecía una auténtica princesa.

Cuando eres una niña, eres como un chico. Recuerdo con siete años mi primer traje de baño femenino. Desde entonces, siempre he necesitado ropa para sentirme femenina. No soy para nada una mujer de tipo andrógino. Admiraba a Jane Birkin y Audrey Hepburn. Ellas siempre fueron los iconos de nosotras, las chicas ‘planas’, porque eran muy sexies incluso sin tener mucho pecho. A los 15 años, deseaba tener el cuerpo de Brigitte Bardot pero, al mismo tiempo, había algo elegante en Audrey Hepburn, algo que la Bardot nunca tuvo. Como modelo, aprendí a usar mi cuerpo. Sin embargo, no creo que nadie pueda enseñarte a tener estilo. O lo tienes o no. Ser modelo me hizo darme cuenta de que el estilo no se puede comprar. Es algo personal y privado. El total look de un solo diseñador es ridículo. Es lo opuesto a la moda. Llevar el bolso, los zapatos y el sombrero a juego te hace parecer un árbol de Navidad. Yo nunca llevaría hombreras. Ni zapatos de punta. Ni ‘skinny jeans’. Ni pantalones bajos porque borras la cadera y la cintura, ¡nuestra mejor baza!

Hay modelos guapas pero es difícil que destaquen. Eso no le pasaría nunca a alguien como Björk, que tiene un estilo increíble. Es como un pequeño y lindo elfo, pero yo no me atrevería nunca a vestir como ella. También admiro mucho el estilo de Marianne Faithfull. Cuando acabé de escribir la música de mi disco ‘No Promises’, inspirado en la poesía inglesa, le pedí que fuera mi profesora de inglés. Grababa nuestras clases pero, a veces, dejaba de hacerlo. Las lecciones iban sobre Yeats y Emily Dickinson pero, de pronto, cuando surgía algo excitante y nos poníamos a hablar de Mick Jagger, el amor, el deseo o las complicaciones, le daba al botón de ‘pausa’. En la cinta se me puede oír buscando el dichoso botón. Ahora me doy de bofetadas por no haber grabado todas esas conversaciones. En mi caso, nunca sentí que el poder o la fama fueran importantes estando enamorada. Cuando tienes una relación con alguien se convierte solo en un hombre. La intimidad suprime todo el envoltorio social que rodea a una persona. Lo desnuda. La moda me ha hecho más sencilla. He tenido que lidiar con toda esa sofisticación cada día, lo que hacía que me relajara por la noche. No llevo tacones, nunca me pongo maquillaje. Son cosas que, según cómo, te añaden años. Pero amo la moda y a los diseñadores. A Yves Saint Laurent. Él fue el primero en mezclar el negro con el azul y el rosa con el rojo. Tenía un jardín maravilloso en Marruecos, lleno de rosas rojas y rosas, y un día se dijo: «¡Si la naturaleza lo hace, yo también puedo hacerlo!» Y puso cinturones rosas sobre vestidos rojos. Antes de que él lo intentara, se consideraba un error de estilismo. También me gustan los diseñadores locos, como Gaultier. ¡La primera vez que vi su costura me dejó sin aliento! Y me encantaba desfilar en los shows de Thierry Mugler. Eran una locura. Estaba Diana Ross y todo el mundo vestía de cuero de color vainilla. Por alguna razón, por el ambiente, supongo, todos nos desmadrábamos. La mujer para la que él diseñaba era muy fuerte y sexy, mandona, y todas nos convertíamos en ella cuando desfilábamos. También adoro a Galliano. Durante el ‘fitting’, él te explica detalladamente el origen del vestido mientras tú estás ahí, de pie, cubriéndote el pecho con paciencia. Dolce Gabbana siempre estaban intentando poner de moda la mujer siciliana, voluptuosa y sexy, mientras a Valentino le gustaban las cosas seductoras y perfectas.

Era un trabajo duro, pero nunca se me hizo aburrido. Cuando desfilé por última vez para Yves Saint Laurent, le pedí que me diera un vestido de alta costura en lugar de pagarme. De frente es bonito y limpio. Sin escote. Es largo, sencillo, con el cuello tan alto que es difícil llevarlo con un collar, pero por detrás está totalmente abierto. Mi madre se quedó de piedra cuando me vio llevarlo. Te deja sin aliento.

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