Christina Ricci: rara, imprevisible y honesta

Este mes estrena en EE.UU. “Penélope”, un moderno cuento de hadas en el que, buscando el amor, acaba encontrándose a sí misma.

Christina Ricci: rara, imprevisible y honesta
Christina Ricci: rara, imprevisible y honesta

Acabas de verla teñida de rubia, ajada, pobre y hecha una ruina protagonizando, junto a Samuel L. Jackson, Cadenas para resucitar. Para interpretar a una prostituta ninfómana sureña se transformó físicamente, se atiborró de azúcar, se paseó un par de meses en ropa interior delante de sus compañeros de rodaje y descubrió los corndogs, un curioso invento mezcla de donut y perrito caliente. Descuidó cuidadosamente su aspecto y, según comentaba hace poco en la televisión neoyorquina, notó que cuando alguien se deja ir por la pendiente rodando hacia abajo está bastante más irritable. Su próximo estreno, Penélope, con James McAvoy y Reese Witherspoon, también tiene mucho que ver con la apariencia: es una fábula moderna sobre una chica que nace con una visible maldición familiar, busca el amor y acaba encontrándose y aceptándose a sí misma. Algo que nuna ha sido fácil para Christina Ricci: "Durante años me odié. Cubrí todos los espejos que había en mi casa. No soportaba tener uno en mi habitación. Aún ahora, aunque ya lo he superado, me pone un poco paranoica ver mi reflejo cuando estoy en un restaurante, por ejemplo.» Por eso, cuando le pides un consejo, te insiste en que recuerdes siempre quién eres, «porque únicamente eso ya está muy bien».

Christina tiene fama de rarita y lo sabe. Pese a su larga carrera (debutó a los nueve años en Sirenas, con Cher) y a éxitos como Monster, Sleepy Hollow, La tormenta de hielo (su primer papel adulto), Casper o La familia Addams, no es aún lo que en Hollywood se conoce como una amiga de la taquilla. Es una estrella alabada y reconocida por la crítica y por sus compañeros de reparto –Charlize Theron le dio personalmente las gracias cuando ganó el Oscar por Monster– pero no se la disputan los estudios. A sus 27 años, y con cerca de cuarenta películas a sus espaldas, continúa siendo una asidua de las audiciones y los castings. «No tengo tanto control sobre mi carrera como puede parecer. Mi agente saca fotografías mías rubia, gorda, flaca, lo que sea. Sé que si hubiese estado más delgada cuando salieron mis películas independientes podría estar mejor posicionada, pero me gusta donde estoy.» También piensa que su talla de metro sesenta la limita: «No creo que sea nunca una superestrella. Soy demasiado bajita.» Otra vez esa obsesión por la imagen que parece que la persigue. En sus últimas apariciones está muy delgada y tiene clarísimo que no es una chica de estándar. «No tengo una belleza perfecta y no digo las cosas correctas. Soy un poco diferente, pero nada especial, y eso mismo puede hacer que los espectadores me vean como un personaje más real, más cercano.»

¡Suerte, por favor!

El verde es su color favorito «porque siempre busco esperanza». Tampoco le iría mal algo de suerte. Christina es algo así como el reverso de la moneda de la rubia y luminosa Kirsten Dunst, que le arrebató los papeles de la joven Amy en Mujercitas (ningún problema), y el de la pequeña e inquietante vampiro Claudia en Entrevista con el vampiro, que lanzó a la fama a la Dunst. Dice la rumorología que rechazó el papel de Rose en Titanic, así que, francamente, yo no haría la primitiva con ella. Igual un papel edulcorado hasta empalagar hubiera dado un impulso a su carrera, más allá de ser una musa indie. Aunque después de un par de años flojos cinematográficamente hablando, en los que ha sido actriz invitada de algunos episodios de series televisivas como Ally McBeal o Anatomía de Grey, parece que su estrella vuelve a brillar. Está a punto de empezar en Berlín el rodaje de Speed Racer, una superproducción que dirigirán los hermanos Larry y Andy Wachowski (lo primero que harán después del bombazo de Matrix), basada en una serie de animación de los años sesenta creada por Tatsuo Yoshida. Compartirá cartel con John Goodman y Susan Sarandon, y seguro que se llevará bien con ellos: es algo que ha logrado con todos sus compañeros de reparto. Siempre que va a Nueva York hace una visita a Cher y sigue teniendo muy buen rollo con Johnny Depp, uno que ha sabido como nadie rentabilizar su vocación de raro-chic. ¡Sigue su ejemplo, Ricci!

Rayos X

Es toda una especialista en papeles considerados fuertes, y no se corta al desenmascarar la mojigatería reinante en algunos sectores de EE UU. «La verdad es que la gente es sexualmente activa desde muy temprana edad, y el hecho de que esto no se vea en pantalla puede resultar confuso para los jóvenes. Yo creo que es positivo mostrar la angustia que atraviesan.»

¿Qué le pide a un hombre? Cosas facilitas: «Que siempre diga nosotros o nuestro en lugar de mí o mío. Que sea honesto, que sepa guardar tanto mis confidencias como las suyas, que sea mi cómplice en todo, que entienda que todos necesitamos a veces un rato de soledad y que valore mis opiniones aunque sean equivocadas. » Aun así, al menos en público, no parece ligar demasiado. Tuvo una larga relación con el actor Matthew Frauman.

Ha dicho: «Antes engañaba a mis novios solo por crear un poco de drama. Ahora sé que no necesito recurrir a esos trucos. Ya no necesito más dramas en mi vida.»

Interpretar a una psicópata es su papel soñado, porque es lo más diferente y alejado que se le ocurre de su propia personalidad.

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