Blanca Marsillach: detrás del telón

Si Adolfo levantara la cabeza estaría muy orgulloso: su hija, y la socia de esta, Elise Varela, han abierto en Madrid un teatro en su honor.

ENTRE BAMBALINASVestido de gasadevota & lomba.
ENTRE BAMBALINASVestido de gasadevota & lomba.

Mientras la maquillan, Blanca ensaya la lectura de su texto para el tributo que el mundo de la cultura rinde a Francisco Umbral esa misma noche. El escritor, gran amigo de los Marsillach, la entrevistó cuando tenía tan solo 18 años. En ese cara a cara él dijo de ella: «Tiene más mirada que ojos, más intención que atención.» Y ella le confesó: «Tengo una mitad autodestructiva, pero espero que la otra mitad, más positiva, acabe triunfando.» Blanca sonríe al recor- darlo y acepta que Umbral tenía razón: «He cambiado poco desde entonces; solo puedo decir que he aprendido a canalizar mi rebeldía para aportar cosas buenas a mi vida. Y eso se ha materializado en hechos.» ¿El último? Conseguir que su padre, el director, actor y dramaturgo Adolfo Marsillach, tuviera ¡por fin! un teatro con su nombre. «Para Elise Varela, mi socia, y para mí, ha sido un reto profesional muy importante, porque abrir un teatro en Madrid es casi imposible. Significa mucho dinero, mucha ayuda gubernamental y contar con un patrocinador potente. Por eso es tan importante que se haya hecho realidad. Por otro lado, es un sueño personal cumplido. Es una suerte y un privilegio poder homenajear a tu propio padre.»

En la presentación en sociedad del Teatro Fígaro-Adolfo Marsillach estuvieron los Príncipes de Asturias. Menudo poder de convocatoria...

Sus Altezas Reales son gente consecuente con la cultura de este país y, con su asistencia, han demostrado que están ahí para apoyar las iniciativas que merecen la pena, en este caso, la apertura de un teatro en Madrid con el nombre de Adolfo Marsillach y el estreno de un espectáculo basado en textos que él mismo escribió. Por otro lado, con su gesto han manifestado el respeto que sienten hacia la fi gura de mi padre como profesional del teatro. No lo podían haber hecho mejor.

Tu padre siempre dijo que el teatro no transforma la sociedad pero que sí puede ayudar a despertarla...

Sí, pienso lo mismo; ese es uno de los principios fundamentales en los que se basa esta aventura que hemos iniciado. Por eso hemos querido que fuera un espacio libre en el que también se formen jóvenes actores. Ya tenemos acuerdos con la Comunidad de Madrid para que alumnos de Secundaria vean el Teatro Fígaro-Adolfo Marsillach como un lugar donde desarrollar su educación y cultura.

Tu relación con Elise viene de lejos. ¿Cómo surgió la idea de montar vuestra propia productora teatral?

Conozco a Elise desde hace años porque nuestros padres son amigos. Aunque ha sido una de las productoras de publicidad más conocidas de Estados Unidos, la convencí para que se dedicara al mundo del teatro. Recuerdo que un día estábamos sentadas en un banco de Claudio Coello y pensamos en la posibilidad de producir nuestra propia obra. Surgió como si tal cosa. Y nos lanzamos al vacío.

¿Qué aconsejarías a aquellas personas que quieren iniciar un negocio y no se atreven a dar el primer paso?

Para empezar, que se rodeen de personas con la cabeza muy bien amueblada, de gente que sepa bien cómo se debe llevar una empresa. Y, después... trabajo, trabajo y más trabajo. No hay más.

En tu forma de trabajar, ¿ha influido el hecho de vivir y estudiar durante tanto tiempo en Estados Unidos?

Sí, tanto Elise como yo tenemos un sentido muy práctico de lo que es un negocio. Los norteamericanos nunca dejan nada para mañana si lo pueden hacer hoy. Y así somos nosotras: incansables.

¿Qué significó para ti, en lo personal, estar fuera de tu país?

Fue una liberación, porque allí no era conocida y me demostré a mí misma que podía hacer lo que me propusiera. Fue una escuela estupenda.

La mayoría de los profesionales que trabajan con vosotras son mujeres. ¿Ha sido una selección consciente?

No fue consciente; simplemente, surgió así. En realidad yo no creo que trabajar con unos o con otras sea mejor o peor. No se trata de una cuestión de sexo; es un tema de afinidad, de entendimiento, de compartir ideas. De todos modos, sí diré que las mujeres, por regla general, suelen interesarme más. Somos más fuertes, quizá porque tenemos que sobrevivir en un mundo de hombres. Por eso, cuando emprendemos algún proyecto, lo hacemos de verdad: ponemos todas nuestras ganas e invertimos más esfuerzo para superar todos los obstáculos. Vamos a por todas.

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