Cómo reparar la barrera cutánea o cómo pasar de una piel de lagarto a una piel de melocotón

Opaca, tirante y descamada son tres síntomas de una piel frágil. Reparar la barrera cutánea, su primera línea de defensa, es la clave para devolverle la suavidad y luminosidad perdidas. Te contamos cómo y por qué

Reparar la barrera cutánea es clave para devolver a la piel la suavidad perdida

Convertir una piel de seca y descamada en una piel suave y elástica es posible. La clave está en reparar la barrera cutánea con fórmulas humectantes y oclusivas

A estas alturas del verano, probablemente tu piel haya cogido ‘más color’ y te encuentres hasta más favorecida. Pero ese tono no le sale gratis. La barrera cutánea se resiente y la consecuencia inmediata es la deshidratación. Demasiado tiempo en remojo y demasiada exposición solar se suman al resto de factores, intrínsecos y extrínsecos, que alteran ese frágil equilibrio de lípidos y agua que ejercen de escudo entre el organismo y el exterior. Y el efecto inmediato es un moreno más apagado e irregular. No solo eso, sino que más allá de la apariencia estética, es posible que también notes en algunas partes, sobre todo en brazos, piernas y manos que la piel está cuarteada y descamada, como la de un lagarto; dos características que van unidas a sensación de tirantez y aspereza. El quid de la cuestión está en una maltrecha barrera cutánea que, con la pérdida de ceramidas y ácidos grasos, es incapaz de retener el agua y la humedad, pero que también nos hace más susceptibles a los efectos de las agresiones externas y a las secuelas de los radicales libres, como el estrés oxidativo y el consiguiente envejecimiento prematuro de la piel.

Lo dicho, sol y agua son solo dos factores añadidos a todos esos agresores que lesionan esa película protectora. La edad, los cuidados no adecuados y el estilo de vida hacen el resto. La pregunta es si una vez producido el daño aún estamos a tiempo de recuperar la piel, convirtiendo la aspereza en suavidad, la tirantez en elasticidad y la opacidad en luminosidad. “Normalmente sí, pero habría que distinguir si esa tirantez o descamación es simplemente por sequedad, en cuyo caso se podría tratar con algún emoliente facial o corporal, o si es por alguna patología, en cuyo caso necesitaría un tratamiento específico”, avanza el doctor Antonio Clemente, dermatólogo del GEDET (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica). Porque, como puntualiza este especialista, existen distintas patologías cutáneas que pueden alterar también la función barrera de la piel y, por tanto, hacer que aparezca descamación, sequedad y deshidratación. Pero ni siquiera en estos casos está todo perdido. “El dermatólogo puede ayudarnos a tratar dicha patología y por tanto a recuperar una piel sana y que ejerza su función de forma adecuada”, concluye el especialista.

En verano, además, la piel de cuerpo se convierte en una gran sufridora. Bien protegida de las inclemencias del tiempo gran parte del año, cuando llega el calor, su situación cambia drásticamente, como refiere el doctor Pedro Jaén en su libro Una piel para toda la vida (Espasa). En verano, además de llevar ropa más ligera, estamos buena parte del día en bañador, “lo que la hace muy vulnerable a la acción del sol, el salitre, el cloro y el viento”. Si a estas circunstancias añadimos que la piel del cuerpo tiene menos glándulas sebáceas, resulta también más proclive a la deshidratación; un estado que, como comenta Jaén, se ve agravado por unos gestos de higiene más agresivos como el uso de esponjas ásperas, geles y jabones inapropiados y duchas o baños demasiado largos y calientes.

En cualquier caso, piel seca, descamada y apagada, con rojeces, picazón o ardor al aplicar cualquier tratamiento (incluso un humectante) son señales inequívocas de que la barrera cutánea no funciona como es debido. Es el momento de pasar a la acción.

Piernas y manos son las zonas donde suelen ser más evidentes los signos de deshidratación y descamación. “El principal problema de esas partes es que tienen una piel más gruesa que en el resto del cuerpo y por tanto a las cremas y los emolientes les cuesta más trabajo penetrar. Por ello, en esas zonas es interesante usar cremas específicas con una fase externa más grasa, como pomadas, ungüentos o incluso bálsamos específicos, que hidratan más en profundidad y ejercen una mayor oclusión para evitar la pérdida de agua”, recomienda el doctor Clemente. De esta forma, conviene aplicar fórmulas con ingredientes que atrapen y sellen la humedad como el ácido hialurónico, pero, en ocasiones, no está de más utilizar compuestos oclusivos como vaselina, aceite de jojoba y cera de abejas.

Aunque las causas que nos llevan a una penosa situación cutánea son numerosas, a veces echamos la culpa a ciertos gestos que, sin embargo, apenas afectan a su estado. Porque en este terreno también nos encontramos con mitos y leyendas. Nos referimos, por ejemplo, a la depilación en la piernas. Es un lugar común achacarle parte de la responsabilidad de ese estado descamativo. Antonio Clemente lo desmiente: “no tiene por qué”. “La depilación puede hacer que la piel se irrite (según el método empleado), pero no tendría por qué afectar a la sequedad”. Mito desterrado.

También tendemos a prescindir de la exfoliación es esas zonas para evitar ‘males mayores’. Otro error; porque hay que exfoliar la piel, suavemente, incluso la muy seca. "En zonas muy descamativas puede ser útil usar exfoliantes, bien químicos (por ejemplo cremas con urea o con ácido salicílico), o físicos (guantes exfoliantes, peelings, etc), aclara el doctor Clemente. Eso sí, después, siempre, una buena dosis de hidratación.

Y otra puntualización: no confundir una piel deshidratada con una piel seca. Según la AEDV, la primera es aquella que pierde agua de forma excesiva, suele ser algo temporal, y puede afectar a todos los tipos de piel. Se vuelve tirante y rugosa y también puede descamarse. Por su parte, la piel seca tiene menor cantidad de lípidos y, debido a esto, también pierde agua.

Además de una rutina cosmética adecuada que ayude a reponer los lípidos, hay soluciones médicas que ayudan a revertir esa deshidratación recalcitrante y a mejorar la calidad y la flexibilidad de la piel. “Existen tratamientos que mejoran y potencian la hidratación de la piel, como la mesoterapia con ácido hialurónico, ya que dicha molécula capta mucho agua y por tanto hidrata la piel desde el interior. También existen láseres y otros tratamientos que estimulan la formación de colágeno y por tanto hacen que la piel esté más sana y con mejor calidad”, expone el doctor Antonio Clemente.

En definitiva, la suavidad de la piel se puede recuperar, pero ese proceso pasa reforzar la barrera cutánea con tratamientos que restablezcan el equilibrio del microbioma cutáneo y que regulen la producción de sebo, impidiendo la deshidratación. ¡Ah! Y beber agua no hidrata la piel. Es buena, esencial, para el buen funcionamiento de todo el organismo, pero no va a aportar hidratación a una piel seca.

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